Después de haber pretendido contribuir a la transformación de las estructuras sociales y políticas de los años 1960 a los años 1980, la animación aspira después a transformar las mentalidades y a dar acceso a los recursos institucionales a las poblaciones marginadas como condición de participación a la vida democrática. En este contexto, la transformación social de la que es cuestión se extiende de la apropiación de las instrumentos artísticas a la inclusión de los grupos «excluidos», pasando por la prevención de los conflictos, los procesos de reconciliación y de reconstrucción de la memoria colectiva.
